Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 7 de noviembre de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 36, 1094-1095
Tema: Aprobación legislativa de los presupuestos de 1889-90

Es una verdadera manía en el Sr. Cánovas la de insistir, no sólo en repetir lo que ha dicho el Sr. Pedregal, sino en explicar lo que no ha dicho y en escudriñar y comentar lo dicho; de tal manera que si para alguno, el más inepto, hubiera podido pasar desapercibido, S.S. lo ha explicado de tal modo, que ya no puede pasar desapercibido para nadie.

Haya dicho lo que haya dicho, yo he protestado contra sus palabras; pero no he creído que debía emplearse para la protesta la trompa épica porque se viniera abajo el mundo a consecuencia de las frases pronunciadas por el Sr. Pedregal.

Yo no quería darles más importancia que la que tienen, y me he asociado a las propias palabras del Sr. Cánovas en cuanto no significaban comentario peligroso o explicación que no había para qué dar de las palabras pronunciadas por el Sr. Pedregal. De manera que la principal gravedad de lo dicho por el Sr. Pedregal está en la explicación de S.S. (El señor Cánovas del Castillo pide la palabra) y en lo que S.S. quiere que haya dicho el Sr. Pedregal, aunque no lo haya dicho. (El Sr. Pidal: Diputados de la mayoría son los que vinieron a mí alarmados a darme cuenta de las palabras del Sr. Pedregal, y yo fui a decírselo al Sr. Cánovas, porque era el único que con su autoridad podía poner correctivo a aquellas palabras).

Pues conste que ha habido necesidad de que un Diputado de la mayoría indique a la minoría la gravedad de esas palabras, porque habrían pasado inadvertidas. (Protestas en la minoría conservadora).

Sus señorías oyeron en silencio esas palabras, pasaron desapercibidas, y ahora resulta que ha habido necesidad de que un Diputado de la mayoría llame la atención al Sr. Pidal. (El Sr. Pidal: ¡Si yo no estaba!). A los demás. Llenos estaban los bancos. (Grandes protestas por parte de los Sres. Diputados de la minoría. -Rumores.-El Sr. Presidente llama varias veces al orden.-El Sr. Vizconde de Campo-Grande: Hemos dicho que aquí no había Gobierno.-Los Sres. Diputados de la mayoría contestan a las interrupciones de los de la oposición). La minoría conservadora, y no la recrimino por eso, oyó con calma impasible? (Varios señores Diputados de la minoría: No, no.-Otros señores Diputados de la mayoría: Si, sí). Permitidme que os diga que el Sr. Pedregal no fue interrumpido por ningún individuo de la minoría conservadora, y únicamente cuando el Sr. Romero Robledo contestó al señor Pedregal y se hizo cargo de las palabras pronunciadas por este Sr. Diputado, fue cuando los conservadores se acordaron de lo que el Sr. Pedregal había dicho. (Nuevos rumores. -El Sr. Cos-Gayón: Porque hablaba el Sr. Romero Robledo en aquel momento en que debía hablar el Gobierno de S. M. -Interrupciones en la mayoría).

¡Si no hay motivo para incomodarse! (Muestras de admiración en la minoría).

Repito que no hay motivo para incomodarse, ni para atropellar el Reglamento, ni para interrumpirme faltando también al Reglamento. (El Sr. Cánovas del Castillo: Su señoría interrumpe a todos). Pero no de esa manera, no a gritos. (Rumores. -El Sr. Pidal: Pido la palabra). No hay motivo ninguno para incomodarse, porque yo decía que cuando el Sr. Romero Robledo contestó al Sr. Pedregal, empezó protestando contra las palabras pronunciadas por este Sr. Diputado, y entonces fue cuando cundió entre vosotros la indignación. (Nuevas interrupciones).

De cualquier modo, no debió ser tan grande la impresión que las palabras del Sr. Pedregal produjeron en la minoría conservadora, cuando el señor Pidal nos acaba de revelar que tuvo que llamar sobre ellas la atención del jefe de la minoría conservadora por indicación de algunos Sres. Diputados de la mayoría. (El Sr. Romero Robledo: Me interpeló la minoría conservadora a mí, preguntando: ¿por qué no habla el Gobierno? -Siguen los rumores).

Yo no quiero seguir en este camino ni hablar más del asunto. Ya he dicho lo bastante; he protestado contra las palabras del Sr. Pedregal, que era todo lo que eso exigía, y hubiera sido mejor que S.S. se hubiera limitado a protestar, como yo, contra esas palabras, sin necesidad de esos comentarios que verdaderamente las complementan y las agravan. Pero de todas maneras, yo no quiero que el partido conservador crea que defiendo ahora al Sr. Pedregal, o que las palabras que he pronunciado han sido para defenderle. ¡Dios me libre de eso! Porque es muy singular lo que sucede con eso de las benevolencias. Yo no sé qué benevolencias tiene con el Gobierno el partido republicano; pero, en fin, el que no haga ciertas cocas contra nosotros el partido republicano, le parece mal al partido conservador y peligroso para la Monarquía.

Pues, Sr. Cánovas, para nosotros podrán ser benévolos ciertos republicanos; pero para S.S. y el partido conservador, hoy por hoy, es benévolo el partido zorrillista. (El Sr. Cánovas del Castillo: ¿De veras?). Muy de veras, porque su órgano en la prensa es mucho mas benévolo para SS. SS. y para la conducta que están siguiendo de cierto tiempo a esta parte, que lo son los demás periódicos republicanos para con nosotros. (El Sr. Romero Robledo: Porque son republicanos más sinceros). Ahí tienen SS. SS. la explicación. ¿Lo ven SS. SS.? Porque, como dice el Sr. Romero Robledo, el Sr. Ruiz Zorrilla y sus amigos son liberales más sinceros, y por eso El País y el Sr. Ruiz Zorrilla aplauden la conducta del Sr. Romero Robledo y la de sus señorías. (El Sr. Romero Robledo: Encuentran que los conservadores son más liberales).

Y esto me viene a mí a revelar que el partido conservador no es enemigo de ciertos republicanos por republicanos, sino porque no le hacen el juego como se lo hacen otros que se llaman liberales.

Y vamos a lo útil al país. Yo no quiero coartar en [1094] nada las prerrogativas del Diputado, ni su libre iniciativa; pero, puesto que el partido conservador tiene tanta prisa por que lleguemos a aprobar los presupuestos y aun el sufragio, vamos a discutirlo; ya que se dice que el Gobierno no quiere sacar el sufragio, le daréis un gran disgusto con aprobarlo pronto. Pues para eso, de nuevo propongo lo siguiente: todos los días se invertirán tres horas en los asuntos del orden del día; quedarán para la iniciativa de los Sres. Diputados todas las horas que quieran el Sr. Cánovas del Castillo y el partido conservador, si es que considera que no basta la hora que resta para completar las cuatro. Si quiere S.S., pongamos dos horas para la iniciativa de los Sres. Diputados, y serán las sesiones de cinco horas; o pongamos tres horas y serán de seis; y si no bastan todavía, tendremos sesiones dobles. Yo me avengo a todo, a todo lo que dé resultado. Eso se ha hecho muchas veces; eso se ha hecho cuando ha sido necesario, y más que ahora no lo ha sido nunca, en opinión de SS. SS., que consideran que la prerrogativa Regia no puede ejercerse porque la tenemos ahogada: pues vamos a desahogarla inmediatamente, adoptando los medios que SS. SS. quieran, pero con resultados prácticos.

¡Que a mí no me gusta que se hable! ¿Cómo no me ha de gustar, si con mi modesta palabra es como he hecho toda mi carrera? Lo que no me gusta es que se hable sin fruto y sin resultados; me gusta discutir, pero no que se discuta sin ton ni son y sólo por gastar el tiempo. Discutamos lo que queráis, pero discutir para acordar; no discutir para no hacer nada, porque esto desacredita el sistema parlamentario, desacredita el Congreso y lo desacredita todo.

Y todavía hay otra cosa: porque si S.S. no quiere que se falte en nada al Reglamento, yo tampoco; por eso propongo algo que se ha hecho en todas las legislaturas, y que S.S. puede acordar conmigo. Y es la modificación de que todos los días se empleen tres horas en la orden del día, para lo cual no hay más que hacer una adición al Reglamento, adición que para todos puede ser conveniente, porque servirá para ahora y para lo sucesivo. En tres días se hace esta modificación, si SS. SS. están conformes, y entonces quedamos dentro del Reglamento.

Lo que yo me propongo, en fin, es demostrar que el Gobierno desea cuanto antes aprobar los presupuestos, el sufragio universal y todos cuantos dictámenes hay pendientes sobre la mesa. [1095]



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